Le hemos visto trabajar, hablar en nombre de Dios, hacer amigos, reir, sufrir y entregarse hasta el extremo día a día en esta tierra y durante más de 25 años. Y se ha dirigido a todos, por encima de colores, ideologías o religiones porque lo que le importaba realmente era "el hombre", cualquier hombre...cualquier hijo de Dios.
¿No lo ibamos a ver en los altares para mostrarse al mundo como modelo de vida, de una vida llena, llena de Dios?.
¡Santo Subito! Por fin se hace realidad ese grito que nos salió a todos y todas del alma el día en que subió a la Casa del Padre...
¡Felicidades Karol! Necesitamos hombres como tú!.
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